La mañana del 25 de mayo de 1.927 reflejaba un clásico día de primavera. El prematuro calor anunciaba de alguna manera que el verano estaba ya a la vuelta de la esquina. La tragedia, a pesar de los ochenta años transcurridos, aun perdura en la memoria de los vecinos de aquella localidad.
Nada hacia presagiar que poco antes de la una de la tarde del 25 de mayo de 1927, el municipio de Pulpí se vería inmerso en una terrible tragedia al colisionar dos trenes a escasamente unos doscientos metros de la estación ferroviaria como consecuencia de un fallo mecánico en uno de los convoys.
El balance, en los primeros momentos del accidente fue de diez personas muertas y más de una treintena de heridos, doce de ellos en estado crítico de los que posteriormente un elevado numero de ellos fallecieron. En total se considera que en la catástrofe de Pulpí murieron alrededor de veinte personas.
El accidente ocurrió minutos antes de la una de la tarde. El tren correo numero 2 acababa de salir de la estación de Pulpí con destino a Águilas. Los familiares de los viajeros que habían acudido a despedirles advirtieron aterrorizados como nada más tomar la salida el convoy y llevar recorridos unos cien metros, vieron a lo lejos como por la misma vía desde una pendiente un tren mercancías de los llamados “yankis” procedente de Almendricos descendía a una velocidad inusual pasando poco después por la estación como una exhalación. El maquinista del tren mercancías A- 22 gritaba desaforadamente agitando los brazos. Chillaba y gesticulaba tratando de llamar la atención a sus compañeros de estación y a los familiares de los pasajeros del tren correo que asistían atónitos a la escena.
En medio de la confusión, uno de los mozos de estación se da cuenta realmente de lo que está pasando. El mercancías ha perdido el control y los frenos no responden. No queda tiempo, dos minutos después el mercancías se estrella con el tren correo. Una mole de más de 700 toneladas, la locomotora y las doce unidades circulan a más de cien kilómetros por hora. A unos 200 metros se produce la inevitable colisión.
El personal de servicio en la estación de Pulpí pese a darse cuenta de que el choque entre ambos trenes va a ser inminente no tuvieron tiempo de reaccionar. Uno de los mozos de estación se precipitó a cambiar las agujas de salida, pero no pudo evitar que el tren de mineral se incorporase a la vía general.
La máquina y las tres primeras unidades del tren mercancías se empotraron literalmente encima de la locomotora y los primeros vagones. El espectáculo de las vías es espantoso. Restos de hierros, chapas y ruedas del correo se encontraron a más de cien metros de distancia de donde se produjo la colisión. El impacto de los trenes arrancó de cuajo más de doscientos metros de raíles. En un lateral de la vía, volcados los doce vagones del mercancías.
El estruendo del choque retumbó en todo el pueblo. A la hora de producirse el accidente, la noticia se propagó como la pólvora por los municipios limítrofes. Los primeros auxilios médicos salieron desde Cuevas del Almanzora. La estación se convirtió en un hervidero de personas. La gente preguntaba, se ofrecía. Los primeros vecinos que acuden al lugar del suceso se quedan horrorizados. Entre las vías, los vagones descarrilados son grandes hogueras cuya humareda impide ver claramente la situación. Hierros retorcidos, chapas y maderas se confunden con los primeros cadáveres que se van encontrando los voluntarios.
Todo el fuerte impacto de la colisión se centró en el vagón de segunda clase y en el furgón de cola. Debido al tremendo golpe se rompieron los mecanismos de enganche, saliendo despedida la máquina del tren correo.
Mientras tanto el jefe de estación comienza el penoso trámite de comunicar la tragedia. Casi en simultáneo se transmiten dos escuetos telegramas, uno para el juzgado de instrucción de Purchena y otro dirigido al gobernador civil de Almeria, Manuel Hellin. “Choque frontal de un mercancías y un correo mixto en la línea Almendritos-Águilas. Hay siete fallecidos y bastantes heridos graves. Esperamos ayudas”. Desgraciadamente el número total de muertos se elevaron a más de veinte.
Conocida la catástrofe empiezan a llegar los primeros auxilios en camionetas y algunos coches particulares. Desde Águilas sale un tren con material sanitario y personal médico. Los heridos son evacuados hasta Águilas, Lorca y Murcia, ya que en Pulpí no hay ningún centro sanitario adecuado para asistirlos.
En las labores de socorro intervino de inmediato todo el personal de la estación ferroviaria, junto a los carabineros de servicio y ferroviarios llegados desde la estafeta de Guazamara. El pueblo de Pulpí se volcó en auxiliar a los heridos. Todo el mundo colaboró desde el primer momento de conocerse la magnitud de la tragedia.
Empiezan a identificarse los primeros cadáveres. Entre los siete primeros fallecidos en el acto se encuentran el oficial de Correos, Luis Torres Domínguez y el teniente de la Guardia Civil, jefe de la Línea de Águilas. Muchos de los heridos en estado crítico fallecen antes de llegar a sus destinos.
Curiosamente el maquinista y fogonero del tren mercancías salvaron la vida en el último momento saltando de la locomotora en marcha cuando se dan cuenta que el choque es inevitable.
Fuente: Teleprensa world
1 comentario:
Hola, simplemente comentar que el jefe de Estación en ese momento era mi bisabuelo D Manuel Cárdenas. Tras el accidente y transcurridos varios meses, escuche desde pequeño en casa cuando nos reuníamos la familia que mi bisabuelo a consecuencia de la impresión llevada por el accidente y la situación posterior, enfermó del corazón y tuvo que dejar el trabajo, siempre se comentó que "la catastrofe de Pulpí" mató en vivo a mi bisabuelo.
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