La fotografía tiene dos protagonistas. Un barco y un cargadero. Empecemos por el primero, identificado como el «Lino» y, para una breve biografía tenemos que acudir al llorado amigo Rafael González Echegaray y de su mano rememoramos: El «Linnet» de armador británico y tripulación de la misma nacionalidad navegaba, en el primer año del Siglo XX, con destino a puertos de África del Sur. Cuando apenas había iniciado su travesía surgió uno de los peores enemigos que puede padecer un barco, el fuego. Como siempre por sorpresa y se localizó en las bodegas I y II. La situación se estimó irreversible y la tripulación lo abandonó.
El 13 de Marzo de 1901, cuando el «Cabo San Sebastián» navegaba en demanda de nuestro puerto, avistó el pecio ardiendo a 16 millas de Ribadesella a la altura de Lastres. S e pudo abordar el «Linnet» y establecer el remolque y con la ayuda de tres lanchas pesqueras recalaron en nuestra bahía. Los santanderinos vieron con recelo la entrada de un buque ardiendo -estaba cerca, en la memoria, la catástrofe del «Cabo Machichaco»-.
El incendio se apagó y, una vez tramitado en la Comandancia de Marina el correspondiente expediente, D. Leonardo Corcho compró el buque y su cargamento. Lo reparó y cambió su nombre por el de «Lino», en recuerdo a su hermano que había fallecido recientemente.
El «Lino», para su tiempo, fue un barco con entidad. Sus medidas fueron: 260 pies de eslora, 36,7 de manga y 17,6 de puntal con 2.500 toneladas de peso muerto y 1.815 de arqueo bruto. Fue botado en 1890 y un barco con once años, permítaseme la licencia, está en plena juventud.
Rafael terminaba la primera parte de su relato señalando que el buque navegó con bandera uruguaya y agregó: «y esa fue la bandera que amparó al «Lino» convertido en un original indiano, mestizo de pejino y americano».
La fotografía, que podemos situar hacia el año 1902, nos le muestra atracado al muelle-cargadero de la mina de «Complemento» en San Salvador, en lastre, mostrando el costado de estribor y nos permite conocer características propias de su tiempo. El puente completamente abierto. La cámara a popa. Cubierta corrida con su pozo, en la escotilla I. Su arboladura y la chimenea en caída. La existencia de una vela, aferrada, entre el palo y el castillo de proa.
La fotografía evidencia cómo su armador, al igual que las demás Navieras de nuestra matrícula, encontró en el transporte del mineral el flete fundamental que amparaba al «Lino».
Los muelles de San Salvador fueron los más interiores, al sur, de nuestra bahía. Fueron dos. El del Ferrocarril de Santander a Bilbao y el Complemento. Su ubicación en la ribera derecha, subiendo, de la ria de San Salvador nada más rebasar la confluencia con la ria de Solía. En el Plano General de la bahía del 31 de Diciembre de 1914, editado por la Junta de Obras del Puerto se siguió reflejando su situación y permanencia. La fotografía refleja sus estructuras metálicas sobre gruesos pilotes hincados en la ría. Se puede apreciar la parte final del recorrido del tren minero al cargadero, en línea recta, sobre la carretera y el ferrocarril. El Ferrocarril dejó de usarlo y la mina de Complemento, tal vez por agotamiento, también. Carezco de una fecha exacta pero debió suceder en los años veinte del pasado siglo. Fueron demolidos. En la ribera de la ría de San Salvador no queda vestigio alguno.
La fotografía nos lleva a rememorar que en aquel tiempo convivían, en el ámbito de nuestra bahía dos Corporaciones de Prácticos. La de Santander y la de las rías de El Astillero y San Salvador. Su trabajo se realizaba de la siguiente manera. En los barcos de entrada, el de Santander llegaba hasta la Isla de Pedrosa, donde se hacía cargo el de la Ría. En los barcos de salida, el de la Ría llegaba hasta la Baliza de la Comba, donde embarcaba el de la Bahía.
La Corporación de Prácticos de las Rías se extinguió y desde entonces la Corporación de Santander asumió la competencia sobre todo el ámbito de la bahía. Tenemos un gran Museo Marítimo, que debe ser el destinatario de estas fotografías que recuerdan a nuestros viejos barcos y a sus anónimas tripulaciones.
Hemos «resucitado» un rincón de nuestro puerto. Así fue y así lo conocieron sus coetáneos a los que dedicamos este breve recuerdo. «Tenemos un gran Museo Marítimo, que debe ser el destinatario de estas fotografías que recuerdan a nuestros barcos y sus anónimas tripulaciones»
Fuente: El Diario Montañés
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